Merodeando desde la Arquitectura
¿Lo bello o “lo social”?
Ya desde hace un tiempo, la arquitectura como profesión se ha visto como objeto de debate sobre su necesidad y pertinencia. Asociada desde hace ya algunas décadas a la grandilocuencia, sobre todo al descubrir el poder de la mediatización para captar no solo atención, sino posible clientela y sobre todo a la asociación de la gran arquitectura a determinados intereses políticos, culturales y económicos ha contribuido ello al imaginario de la celebridad arquitectónica; al “héroe o heroína”por encima de la propia obra. El autor se volvió más importante que su obra. Los miembros del exclusivo “Starsystem” de la arquitectura tienen licencia para hacer cualquier cosa, a cualquier costo. Donde el alarde de formas casi imposibles, indescifrables y casi inhabitables, así como de presupuestos que se equiparan al PIB de naciones pobres hacen lo suyo por enviar un mensaje determinado. El efecto Bilbao (con el museo Guggenheim de Frank Gehry) quiere ser replicado ad infinitum como paradigma de éxito al colocar en el mapa nuevamente y revitalizar a través del turismo y el comercio una región económicamente deprimida. Así, ya agotada la fórmula, y con estrepitosos ejemplos de fracaso al no alcanzar su cometido y dejar en peor situación a regiones que confiaron en ella, se ha tenido que repensar la arquitectura sobre este particular asunto. Tras años de separación o invisibilización de otros ámbitos habituales que ocupa la arquitectura, así como al haberse vaciado de ciertos contenidos que le eran (y son)inherentes,asociados estos a la cotidianidad, pero con mucha menor difusión y por tanto captadores de un menor interés hasta los momentos. Ahora en una reacción en contra de todo esto, y producto no solo de un agotamiento sino de crisis económicas en el sector construcción, bajo la excusa del interés en lo social, hay toda una nueva ola y “preocupación” por arquitecturas austeras y modestas, por la arquitectura “colectiva” y sin autor, que comienza a aparecer reseñada de la misma manera que lo hacía la otrora grandilocuente como protagonista. Y no solo aparece en reseñas y revistas comerciales; de alguna manera se ha abierto paso en ciertos medios relacionados con lo académico, en eventos con curaduría y bajo estándares de selección anteriormente exigentes sobre todo en los aspectos plásticos y de aportes técnicos novedosos: bienales, trienales, congresos, comienzan a reseñar estas “nuevas arquitecturas” cuyo discurso primordial siempre apunta a estar “interesada en lo social”. Pero que básicamente parecen obedecer a la misma lógica. Solo que, a falta de presupuestos millonarios producto de la crisis y el estancamiento del crecimiento económico en diversos lugares, parece ser la nueva coartada para hacerse con cierta visibilidad y obtener así nuevos clientes y proyectos, así los resultados producidos carezcan de la calidad para si quiera poder ser considerados “arquitectura”. El oficio ciertamente debe estar en constante revisión y participar lícitamente en todos los ámbitos en los cuales está llamado a participar. Sin coartadas, sin excusas, sin otros fines que no sean los de albergar la vida y actividades de todos nosotros. ¿No ha sido acaso siempre ése su objetivo? ¿No ha tenido siempre la arquitectura, de una forma u otra, un carácter “social”? ¿Están reñidos la forma, lo estético, lo funcional y lo bello con “lo social”?
Odart Graterol
Revista DTyOC