Por Manuel Gómez Sabogal
¡Quién lo creyera! Este mortal y consumado (consumido) pecador, se reunió con un grupo de jóvenes por allá en junio de 1969, después de trabajar con la comunidad del barrio Salazar (Cueva del Humo) durante un tiempo y llevar alegría a familias y en especial a los niños y jóvenes de dicho sector.
La idea era conformar un grupo diferente para continuar ayudando a muchas personas y familias en diferentes sectores.
Fue así como nos reunimos Eduardo Arbeláez Zuleta, Adolfo García, Néstor González Granada, Judith Hernández, Carlos Fernando Ortiz, Edilma Sánchez, Uriel Vallejo, Humberto Atehortúa, Martha Lucía González, Iván Gutiérrez, Luz Alba Jaramillo, Dora Huertas, Jairo Patiño, Mariano Tabares, Luz Amparo Villarraga, Blanca Alcira Forero M, Guillermo Echeverry P, Luis Antonio Montenegro y yo a programar, organizar eventos, salidas, sectores, barrios.
Se iniciaron las reuniones con mucha seriedad y cada uno aportaba lo suyo, daba ideas, se montaban programas, se iba a los barrios y se entregaba lo mejor de cada uno en un equipo fabuloso.
Se inculcaron el espíritu de compañerismo, el servicio, la alegría, el respeto mutuo, la responsabilidad y se buscaba incrementar el aspecto cultural.
Había jóvenes de colegios y universidades. Luego, ingresaron más y entre ellos, Olga Montes, Seleny Arcila Lozada, Luz Mery González, Pedro Arenas, Sonia Salgado. Las reuniones se hacían los sábados o en semana, dependiendo de las actividades programadas. Tuvimos nuestro director espiritual de cabecera, Victor Hugo Castro, ecuatoriano él.
Fue una época inolvidable y llena de grandes recuerdos. Tanto que, a hoy, he vuelto a encontrar a algunos de esos amigos de juventud, de un grupo increíble que aprendió a servir sin necesidad de política, sino aplicando la política en el servicio y en la entrega.
Hasta ahora, he encontrado, gracias a las redes sociales a Luis Antonio Montenegro, quien ahora, es un reconocido escritor y poeta. También a Mariano Tabares, quien me buscó por Facebook y ha laborado durante toda su vida.
Seleny, recordada amiga, vivió en Armenia hasta hace unos años y ahora es residente en USA. Iván Gutiérrez Isaza, editor, se halla en Bogotá
Iván y yo estudiamos juntos y por eso, no fue problema hallarlo, ya que seguimos haciendo cosas por el camino de la vida.
Los demás, algunos ya se fueron a descansar y otros se esfumaron y emigraron a diferentes países.
Se hicieron visitas a los hogares, recreación en los barrios, alfabetización para adultos, conferencias a jóvenes de los barrios, novenas de aguinaldos.
Hubo un programa genial que llamó la atención por ser dinámico y agradable. “El algo de la alegría” como preparación para nuestro gran trabajo en diciembre con niños de la calle “Haz sonreír a un niño”
“El algo de la alegría” se programaba en noviembre. Niños de familias pudientes asistían a un algo en el cual se les servía chocolate con pan, queso u otro alimento. Los niños debían llevar un regalo nuevo para ser entregado en diciembre a los niños de la calle. Llegaron a asistir 100 niños de familias pudientes y hubo quienes llevaron no uno, sino dos o más regalos. A veces, nos multiplicábamos para poder hacer las cosas muy bien.
A los niños de la calle, los reuníamos, les entregábamos sus regalos y les dábamos comida en diciembre. Como muchos no iban a esa reunión, salíamos tarde en la noche a buscarlos donde estuviesen durmiendo para llevarles su regalo.
Esta es otra más de las locuras que recuerdo con gran cariño, porque pudimos ayudar a muchas personas y cambiamos el rumbo de algunos jóvenes de barrios marginales.