Por Manuel Gómez Sabogal
Porque es delicadeza, afecto, mimo. Antes que pasión, debe haber ternura. Antes que sexo, la ternura llega al alma primero. La ternura atrae, hace sentir, renueva
Porque la ternura es cariño. Cuando manifestamos ternura encontramos elementos maravillosos que nos ayudan a mejorar nuestra forma de ser.
Porque no es fácil ser tierno, pues creemos que si lo somos, estamos siendo débiles o equivocando el camino. Preferimos decir “tan tierno” el niño, “tan tierna” la niña, pero nos da pena, nos avergüenza demostrar ternura.
Porque la ternura fortalece el alma. La ternura es descanso. La ternura invita a relajarse.
Porque gracias a la ternura, el estrés desaparece como por encanto.
Porque hoy, en el desgastado mundo del romanticismo, se prefiere ir al grano. Llegar a donde se quiere llegar, sin pasar por el conocer, entender, saber, señalar, indicar, comprender, mirar a los ojos, conversar con la sonrisa, disfrutar un cálido beso. Se quiere pasar del aquí al allá, pero ya.
Porque la ternura evoca al romántico. Recuerda a aquel que muchos años atrás no hablaba, sino que hacía un poema de la vida. Y hablando de poemas, encontré un poema que me llamó la atención, firmado por “Ángel” y que transcribo:
Ternura
Ternura que brota del alma
y en silencio su dulce calma,
abre cielos de esperanzas
para quien desea aceptarla.
A pasos delicados, muy suaves
llega primorosa y descalza,
buscando en sus bellas notas
la dulce fragancia grata.
Ternura de niña y de alma
aquietas sonrisas lejanas
¡quédate niña hermosa!
caminemos en busca de un alba.
He aprendido que ser tierno es bueno. Ser tierno nos invita a reconocer la fragancia, el alma, la ternura de la otra persona. Gracias a la ternura, leemos los poemas de Neruda, Benedetti, Storni, Bécquer y regresamos a una época increíble, sentimos que el romanticismo no pasa de moda y nos volvemos enamorados del amor y de la vida. Y de pronto llegamos a ser el último romántico
La ternura es el reposo de la pasión.
Petrus Jacobus Joubert