En los últimos días me he dedicado a hacer un experimento, y he dejado de llamar, o de escribirle a mis amigos, para ver qué pasaba. Y el resultado obtenido es que nadie me llamó. Si no llamo, no me llaman…
A veces uno se cansa de ser siempre el esté llamando, y escribiendo, y de saber que si uno no llama, pues no te llaman de vuelta.
Con mis hijos es distinto. Ya que a pesar de que no me llaman, yo si los llamo para saber cómo les ha ido. Y claro, me llaman de vuelta cuando necesitan algo, o eventualmente cuando les ocurre algo fuera de la rutina. Pero son mis hijos.
A pesar de todo, a los días de no haber llamado más, me llamó mi hija para ver como estaba…
Con mis padres también es distinto. También soy yo el que los llama con frecuencia, pero me interesa saber cómo les ha ido. No me importa que no me llamen de vuelta (aunque si lo hacen).
Pero ya está visto que a las demás personas no les importa si me desperté ese día, si almorcé, si fui a trabajar.
Pues sigo en las mismas. No voy a llamar a quien no me llame.
Luis Castellanos
De todo un Poco. Imágen tomada de FreeImages.
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