Manuel Gómez Sabogal
Dos palabras maravillosas que casi se pierden entre la cantidad de odio, resquemor, envidia y egoísmo, además de otros defectos que nos invaden.
El jueves 21 de julio, quise ver la etapa del Tour de France para seguir de cerca a los ciclistas Pogacar y Vingegaard. De pronto, en una curva, casi se cae Vingegaard, pero más adelante, se cayó Pogacar. Lo que vi fue algo increíble e imagino que quienes estábamos siguiendo la carrera sentimos algo especial. Vingegaard miró y espero que Pogacar se levantara. Este le dio la mano y siguieron. El juego limpio se vivió en ese momento.
Y ha habido más casos de juego limpio en el ciclismo y otros deportes, los cuales nos muestran que vale la pena ser correctos siempre.
“Tom Dumoulin, durante una etapa, esperó a Nairo Quintana que se había ido al suelo sin consecuencias al deparrar su bicicleta. Miguel Induráin es que nunca tenía ganas de orinar y solo se detenía cuando a sus rivales les explotaba la vejiga”. Luc Benies
En atletismo existen muchos ejemplos de juego limpio:
“Diego Méntrida, de 21 años, no se subió al tercer cajón en el Triatlón de Santander junto a su ídolo Javier Gómez Noya porque dejó pasar a James Teagle tras una equivocación del inglés. El madrileño pensó que no era lícito adelantarlo por un absurdo error. Ese día no se llevó el bronce, pero sí ganó un amigo para siempre, James, y el reconocimiento de la comunidad deportiva”.
“La neozelandesa Hamblin y la estadounidense D’Agostino se fueron al suelo al chocar esta última con otra rival y llevarse por medio en su caída a Hamblin. Lejos de seguir corriendo, y luchando por estar en la final de los 5.000 metros, la estadounidense quiso redimir su error, en una acción totalmente fortuita, y ayudó a Hamblin a levantarse para continuar. Ahí se dio cuenta D’Agostino que su rodilla le dolía por el impacto de la caída. Fue el turno para Hamblin de tender una mano a su rival, a la que ayudó a ponerse de pie y con la que corrió buena parte de la distancia (aún quedaban 2.000 metros de la prueba) antes de fundirse en un abrazo en la línea de meta”. Lola López.
Y los ejemplos continúan. Hay muchos, demasiados, pero en la vida cotidiana, no se ponen en práctica. A muchos les resulta difícil y casi imposible el juego limpio. En todo puede haber juego limpio. En los negocios, la política, las empresas, las universidades, los colegios, los gremios.
“Los colombianos no nos podemos sentir orgullosos de la campaña que termina. Ataques personales, abusos de poder, manipulaciones mediáticas, encuestas cuestionadas, desconfianza en las autoridades electorales, mentiras flagrantes, promesas irracionales, maniobras desleales, lenguaje soez, matoneo en redes y hasta amenazas de muerte. En resumen: juego sucio, muy sucio. Es urgente discutir sobre las formas que ha tomado nuestro debate electoral. En pocos meses hay elecciones regionales y dentro de cuatro años no podemos seguir en las mismas, divididos como sociedad y temiendo por la estabilidad de las instituciones. ¿Conversamos sobre las formas de la política, en campaña y durante el gobierno? ¿Pensamos en cómo le puede servir la idea del juego limpio, el fair play del deporte, a nuestras costumbres democráticas?” David Escobar Arango.
¿Por qué no somos capaces de lograr un juego limpio? Hace unos días, pagué 8 mil pesos con un billete de 10 mil. El señor cajero me devolvió 42 mil, porque creyó que yo le había dado un billete de 50 mil. Le dije: señor, le di un billete de 10 mil. Solo me debe dar 2 mil. Aquí tiene los 40 mil que me dio de más.
Si el juego limpio existiera en todo, el mundo será diferente.