Héroes obligatoriamente olvidados
Cada nación se esmera por recordar y ensalzar a sus héroes, incluso en muchos casos los endiosan para glorificar sus valores patrios y forjar un gran orgullo nacional. Un ejemplo a destacar es el de Yuri Gagarín el primer ser humano en viajar al espacio exterior, la Unión soviética desplegó un esfuerzo propagandístico para promocionar su hazaña, con viajes alrededor del mundo, el uso de su nombre en pueblos, asteroides e incluso para identificar a un cráter de la luna, pasando por direccionar su influyente maquinaria diplomática para que la ONU declarara el 12 de abril como día del espacio en honor a la fecha de su proeza (12 Abril 1961), fue galardonado en múltiples oportunidades hasta ser convertido en un ícono de la revolución al ser declarado Héroe de la Unión Soviética y héroe del “Trabajo Socialista”, en fin sabiamente aprovecharon cualquier oportunidad para honrarlo y elevar el orgullo y el sentido de pertenencia de su población y el de sus naciones satélites. Incluso cuando correspondió proteger su imagen también fueron eficientes, nunca trascendieron sus problemas con la bebida, pocos conocieron del accidente que sufrió al lanzarse ebrio desde un segundo piso y finalmente nunca se conocieron las causas del accidente que le costó la vida al pilotear un avión caza. Así los comunistas se desviven por proteger a ciertos héroes.
Lo que llama la atención de aquel fervor en la URSS por aclamar sus héroes, es que se desvanecía cuando éstos y sus proezas no les resultaban útiles para la imagen de grandiosidad de su proyecto político. No importa el sacrificio hecho y las vidas que pudieron haber salvado, lo que privaba es que su pretendida imagen de excelencia se mantuviera sin máculas. Hay un caso de heroicidad tan emblemático que se podría considerar como una epopeya y que sin embargo nunca llegó a descollar como tal, me refiero a los “Super-Héroes de Chernóbil”, si bien se cuentan por cientos de miles los héroes que allí participaron, hubo tres hombres que hicieron algo más que extraordinario y que de no haberlo hecho la catástrofe con sus ya terribles consecuencias se hubiese potencializado y extendido no solo al resto de Europa sino a nivel global.
Alexei Ananenko, Valeriy Bezpalov y Boris Baranov, los dos primeros ingenieros nucleares y el tercero un trabajador de la central, se ofrecieron para hacer el infernal trabajo, que consistió en abrir las válvulas en el fondo de una piscina de seguridad para descargar el agua radioactiva que se acumulaba en ésta y evitar que entrara en contacto con la lava que salía del reactor siniestrado y así impedir que se produjera una nueva y mayor explosión. Ante esa gran proeza surgieron detractores no necesariamente espontáneos, quienes alegaron que estos valientes actuaron de tal forma porque ignoraban lo que estaba pasando, cómo ignorar una radiación que equivalía a 500 bombas atómicas como la de Hiroshima y que al exponerse solo por un segundo todo el cuerpo se bronceaba, provocando vómitos continuos y dolores agudos. Imposible correr mayores riegos, pero esos héroes ya fueron útiles y tocaba desecharlos para disipar ese recuerdo vergonzoso que significa Chernóbil como máximo monumento a la ineficiencia, así que descaradamente optaron por olvidarlos, total siempre tendrán un Yuri Gagarín para manipular.
Edgar Padrón
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