A Christopher Beemer, de 75 años, le impresiona lo bien que su esposa, Carol, mantiene amistades con otras mujeres y se pregunta por qué este valioso beneficio a la salud y la longevidad “no es tan fácil para los hombres”.
Entre varios estudios que relacionan las amistades con el bienestar en los últimos años de las personas, el Australian Longitudinal Study of Aging de 2005 halló que las relaciones familiares tenían poco o ningún impacto en la longevidad, pero las amistades aumentaban la expectativa de vida hasta en un 22 por ciento.
Beemer me pidió que explorara maneras para promover las amistades entre hombres, en especial, hombres jubilados que a menudo pierden contacto regular con colegas que podrían tener intereses similares y experiencias.
En un estudio realizado en los ochenta acerca del efecto que el cuidado de los niños tiene en el matrimonio, dos psiquiatras del área de Boston, la Dra. Jacqueline Olds y el Dr. Richard Stanton Schwartz, hallaron que “los hombres estaban tan atrapados en el trabajo, construyendo sus carreras y estando más involucrados con sus hijos de lo que habían estado sus propios padres, que algo debía ceder”, dijo Schwartz. “Lo que cedió fueron las conexiones con los amigos hombres. Sus vidas simplemente no les permitían tener tiempo para las amistades”.
En su libro The Lonely American: Drifting Apart in the Twenty-First Century, los doctores —que son marido y mujer— señalaron una tendencia actual en la que los hombres procuraban matrimonios más fuertes e íntimos pero descuidaban casi cualquier otra conexión social.
Cuando estos hombres envejecen y el trabajo ya no define a sus contactos sociales, “hay mucho que reconstruir” si desean tener amistades significativas con otros hombres, dijo el Dr. Schwartz en una entrevista.
Desde la niñez, dijo la Dra. Olds, “las amistades entre hombres a menudo están basadas en las actividades mutuas como los deportes y el trabajo en vez de lo que les sucede psicológicamente. A las mujeres se les enseña que pueden hablar libremente entre ellas; no pasa lo mismo con los hombres”.
Conscientemente o de otras maneras, muchos hombres creen que hablar acerca de asuntos personales con otros hombres no es algo masculino. El resultado son amistades que a menudo son menos íntimas y más casuales entre hombres, lo cual vuelve las conexiones más tenues o difíciles de continuar.
Algunos hombres casados consideran que sus esposas son sus mejores amigas, y muchos dependen de sus esposas para establecer y mantener las conexiones sociales de la pareja, lo cual puede seguir siendo el caso cuando una pareja se divorcia o la esposa muere.
En defensa de su género, Carol Beemer señaló: “Para los hombres es más difícil entrar en contacto con sus emociones, y es menos probable que muestren su lado emocional, a diferencia de las mujeres. Sin embargo, cuando tienes una amistad real, es porque eso es precisamente lo que has hecho”.
Christopher Beemer ha trabajado arduamente para establecer y mantener amistades valiosas con otros hombres de su edad. Se unió a un club de lectura que se reúne mensualmente, y después de casi dos años, dijo: “se convirtió en un grupo en el que los miembros realmente significan algo los unos para los otros”.
También está en un grupo de hombres que hacen caminatas; se reúnen tres veces a la semana y conviven después de cada caminata para conversar un poco más mientras comen en una cafetería local. Cuando a uno de los miembros del grupo le dio un infarto, lo visitaron, lo animaron con las historias más recientes y su comida favorita.
“Lo que conserva las relaciones a lo largo del tiempo es un ritmo regular de reuniones”, dijo Schwartz. “Es mejor crear un patrón regular de actividades en vez de tener que hacer un esfuerzo para verse”.
Otras de las formas en que los hombres pueden hacer nuevos amigos a una edad madura es participar en clases, actividades, viajes y almuerzos en centros para personas mayores; tomar cursos de educación continua en una universidad local; unirse al gimnasio o una asociación y tomar clases con personas que podrán ver cada semana; hacer voluntariado en un museo local, hospital, escuela o refugio de animales; asistir a servicios religiosos en un centro; formar un grupo en el que jueguen juntos cartas o juegos de mesa; quizá incluso tener un perro para pasearlo en el vecindario.
Vía NYTimes