Desde el séptimo piso, por Faber Bedoya C
Por unanimidad, hemos decidido no hacer balances, ni inventarios, menos escribir resúmenes de vida, pero sí reconocer nuevos paradigmas y cambios drásticos de estilo de vida, que nos impone la modernidad. Nuevas rutinas, sanadoras e inteligentes, en la alimentación, la vivienda, que aceptamos sin formula de juicio y con mucha serenidad nos adaptamos a ellas. Sin azúcar, bajito de sal, nada de fritos, rebajarle a la grasa, sin arroz, con mucha ensalada, por favor, y siguen muchas más recomendaciones.
De un momento a otro nos vimos reducidos a un apartamento de 77 metros cuadrados, después de vivir toda la vida en una casa o apartamento grande. Y lo más difícil, solos, los dos, ella y él, cada cual haciendo lo suyo, el señor, saliendo a caminar, ella no lo puede hacer porque le duelen las rodillas, y volviendo al medio día para ir a almorzar y dónde resulte, que no se repita restaurante. Porque siempre tuvo empleada que les hacía de comer, nunca aprendió a cocinar, y hoy menos lo puede hacer, le duele mucho la espalda.
Afortunadamente fueron buenos amigos, desde novios se comentaban todo, tenían amables y extensas tertulias, él amante de la música y la literatura, y ella destacada crucigramista con presencia nacional, jugaban cartas, dominó, y rummy Q. Ella pertenece a tres grupos diferentes, uno de egresadas de bachillerato, otro de excompañeras de trabajo y otro de oración, por lo tanto, está muy conectada con esas amigas de toda la vida, y enlazada con las redes sociales inventadas, las cuales le ocupan el tiempo restante, él caminante y ciclista de toda la vida. Los sábados y domingos, ella, se los dedica a sus hermanos y sobrinos, los visita puntualmente, entonces, al final de cuentas, se redujeron las amables y extensas tertulias, las jugadas de cartas, dominó o Rummy Q.
Todo está direccionado por las noticias de la radio, la televisión, los mensajes en Instagram, Facebook, las preocupaciones por la situación en la franja de Gaza, en Venezuela, en Ucrania, las “muñecas de la mafia”, el golpe de estado nuestro de cada día, dánoslo hoy. Bueno hay tiempo para recordar las citas médicas, y qué por favor, no olvide reclamar las medicinas, “como al señor, le gusta tanto caminar”.
Después de la pandemia, cómo nos cambió la vida, hoy su majestad es el celular. El cotorreo se acabó, mirarme en esos ojos color de almendra que te regaló Dios es historia, oír tu melodiosa voz en un dialogo largo y armonioso, ya ni me acuerdo. Las palabras cariñosas, melosas, se redujeron a mensajes de texto. Mejor dicho, ya nos falta espacio y existencia para narrar los cambios drásticos de estilo de vida, que nos impone la modernidad.
Estábamos en este diario vivir, cuando en el camino de la vida se nos apareció un evento, programado por la universidad del Quindío, que cambió cualquier precepción de existencia que se tenga, heredada o aprendida. Fue la celebración del día del pensionado y jubilado. Qué momento tan grande fue encontrarnos a más de cien compañeros confundidos todos en un, “cómo me alegra verte”. Con muchos nos vemos a cada rato y pertenecemos al mismo grupo de adulto mayor, pero en una reunión tan grande, eso fue muy emocionante. Sin entenderlo mucho oímos atentamente a un trovador, el extraordinario conjunto de cuerdas de la universidad bajo la dirección del maestro Carlos Candamil, admirar las danzas, degustar una comida, ser atendido por un excelente grupo de funcionarios, eso es muy impactante, para este servidor lo fue. Y estuvimos acompañados por el señor rector.
En el ambiente se advirtió una energía de vida renovada, llenamos nuestros tanques del bienestar que fluía de los manantiales de la amistad, corrieron ríos de amor en el servicio, renovamos nuestro sentido de pertenencia con la institución a la cual servimos durante largos años. Cuántas historias reunidas, se contaban en los rostros amables de los protagonistas de antaño, hoy en uso de buen retiro. Y la tarde se cerró con la magistral intervención del profesor Mario Ramírez Monard, quien nos deleitó con su exquisita voz. Lo que quiero significar, gritarlo a voz en cuello, es que eso no es pasado, es un agradable presente lleno de experiencias. Fue un instante inspirador, trascendental, eterno. Es el “pasado en presente”, un paréntesis sanador. Nos falta vida y espacio para narrar las sensaciones encontradas, que vivimos en esa tarde de encuentro de jubilados y pensionados de la universidad del Quindío.
Pero si quiero destacar dos hechos muy significativos, la pausa activa que dirigió un profesor de Educación Física, quien al son de pasodobles y música tropical nos puso a movernos a todos, procuraba que nadie estuviera quieto, que se moviera al son que pudiera, y lo seguimos, nos apoyamos unos a otros. Hasta el profesor Jacobo movió su generosa anatomía. Ese fue un canto a la vida, poder decirle a nuestro Ser Superior, gracias por tenernos en su agenda, hoy. Y el otro hecho, más preponderante, no vimos a nadie pegado del celular. Nuevamente gracias a la vida vivida en la Universidad y a los organizadores de tan renovador evento.