Por Manuel Gómez Sabogal
Hace unos años, recuerdo que me pregunté: ¿Por qué es más importante un 3 que un abrazo? ¿Por qué más importante castigar que hablar? ¿Por qué tanta ira de un padre porque su hija de 9 años no tiene buenas notas? Acababa de leer: “Niña de nueve años murió tras golpiza de su padre por malas calificaciones” – El País de Cali – miércoles 24 de abril de 2013.
Por eso y por qué se me ocurrió, preparando una charla para un colegio en Armenia, pensar en una nueva libreta de calificaciones.
Recuerdo que me dijeron que allí estarían los padres de familia y los alumnos de grados 10 y 11. Me pareció perfecto que hubiese padres e hijos en dicha reunión.
Era una charla especial y, antes que nada, dirigida a los padres y estudiantes. Me encantaba ese reto, pues valía la pena que esos padres estuviesen allí. Así, podría estrenar algo en lo que había pensado.
La charla se realizaba en el auditorio del colegio. Había buen sonido y acercamiento entre las personas y yo. Me podían entender todo lo relacionado con la charla, la cual titulé: Libreta de calificaciones.
Les expliqué que para ellos era muy importante la libreta de calificaciones y que generalmente, acudían a la cita obligada con el director de grupo, para saber cómo estaba el rendimiento escolar de sus hijos.
En el colegio, la cita era cada dos meses y, por tanto, era algo demasiado trascendental para ellos. La libreta de calificaciones era un mal necesario.
Puse un ejemplo sencillo y, también, actué ante los asistentes. Hice de padre que recibía las notas bimestrales del hijo, las revisaba, miraba, analizaba y al llegar a casa, le preguntaba a mi hijo por qué esas notas tan horripilantes.
Le hablaba y le hablaba sin terminar y casi sin respirar. Él ni escuchaba, porque estaba preocupado por el castigo.
Terminé mi actuación y les pregunté a los padres si por casualidad ocurría algo parecido en casa con respecto al boletín estudiantil. Algunos levantaron la mano y estuvieron de acuerdo con esa situación.
Otros comentaron sobre lo que sucedía si alguno de los hijos llegaba con notas malas a la casa.
Hablaban de los castigos que habría y a lo que se sometían, porque no querían que en su casa hubiese un mal alumno. También, se referían a sus sacrificios para sacar adelante a la familia y en especial a los hijos.
Escuché diferentes opiniones y no saqué conclusiones, sino que les dije: Ahora, voy a entregar a sus hijos unas hojas con unas frases. Al final, ellos les mostrarán a ustedes las notas obtenidas en esa hoja. Porque corresponde que, hoy, como hijos, ellos hagan algo muy especial y particular.
Sería la primera vez que los hijos harían este ejercicio tan especial y al final, el ejercicio resultó exitoso. Entregué a cada estudiante una hoja, en la cual se hallaba lo siguiente:
Si quieres, puedes escribir tu nombre. No es obligatorio
Califica de 1 a 10, siendo 10 la nota más alta.
- MIS PADRES CONVERSAN CONMIGO. ___________
- A MIS PAPÁS LES ENCANTA SALIR CONMIGO___________
- SABEN CUÁL ES MI PRINCIPAL CUALIDAD______
- SABEN CUÁL ES MI MATERIA PREFERIDA________
- SALIMOS A PASEAR EN FAMILIA____________
- SABEN QUÉ REGALO ME GUSTARÍA RECIBIR_______
- SABEN QUÉ CALSE DE PELÍCULAS PREFIERO_______
- ME SALUDAN Y DESPIDEN CON ABRAZOS Y BESOS________
- TENEMOS GRUPO FAMILIAR EN WHATSAPP________
- CONOCEN A MIS AMIGOS________
- SABEN QUIÉN ES MI MEJOR AMIGO O AMIGA________
- SABEN CUÁL ES MI COLOR FAVORITO_______
- SABEN CUÁL ES MI COMIDA FAVORITA______
- SABEN CUÁL ES MI BEBIDA FAVORITA______
- ESCUCHAN MIS PROBLEMAS__________
- SABEN QUÉ ME HACE ENOJAR____
- SABEN CUÁL ES MI ANIMAL PREFERIDO_____
- SABEN QUÉ ME DA MIEDO_____
- ME AYUDAN A SOLUCIONAR LOS PROBLEMAS_______
- ME ANIMAN A PRACTICAR EL DEPORTE QUE ME GUSTA_______
Al finalizar el ejercicio, pedí a los estudiantes que entregaran las calificaciones a sus padres, que ellos las revisaran y que tuviéramos un tiempo de reflexión.
Rato después, algunos padres lloraban y se acercaron a abrazarme. Habían entendido el ejercicio y se habían dado cuenta cuánto habían fallado. Otros, me dieron las gracias y se retiraron abrazando a sus hijos.
La directora del colegio estaba entusiasmada al ver las diferentes reacciones y había entendido que la relación de padres, hijos y colegio debía ser más estrecha.
Salí feliz de allí, pensando que el mundo se puede cambiar si cada uno de nosotros cambia.