Por Manuel Gómez Sabogal
Si usted vive en casa, a lado y lado, al frente y en la cuadra, puede tener vecinos. Si vive en edificio de apartamentos, depende de cómo esté diseñado el mismo, puede tener vecinos al frente o a los lados. En fin, siempre hay y habrá vecinos.
Años atrás, muchos, muchos años ha, los vecinos eran sus amigos, sus contertulios, sus parceros. A las celebraciones no podían faltar los vecinos. Las puertas abiertas permanecían, porque en cualquier momento llegaba uno de los vecinos a solicitar un favor sencillo: sal, tomates, un plátano, o de visita. Y los niños, los pequeños de las diferentes familias, se regocijaban y se reunían en las diferentes casas del vecindario.
Navidad y año nuevo eran celebraciones de vecindario. Eran plenas. Las novenas se repetían en las diferentes casas y con todos los niños ávidos de dulces, regalos, natilla, buñuelos, sin importar cuántas veces repitieran las mismas oraciones, gozos, villancicos. Estaba reunidos y eso era lo importante. Los padres sabían que sus hijos estaban en cada casa y la hora de llegada.
En navidad y año nuevo, nacieron grandes amistades. Los muchachos del barrio todavía se saludan, conversan y recuerdan esa niñez fantástica que tuvieron años atrás.
Tiempo en el cual sabíamos los nombres o apellidos de los vecinos, las puertas siempre estaban abiertas y nuestros amigos entraban, nos llamaban, salíamos a jugar y los vecinos pasaban a saludar siempre. Así mismo, se ayudaba con los trasteos a quienes llegaban y se les llevaba algo para el saludo.
Cómo pasa el tiempo y cómo cambia todo. Las casas ya no son las mismas o ya no están y el sector es diferente. Los vecinos ya no viven por ahí y solo quedan los recuerdos de vecinos a la izquierda, derecha, la otra cuadra, más arriba, junto a la iglesia, el kiosco parroquial. Esos recuerdos me llegan hoy y regreso a una época maravillosa.
Residíamos en la carrera 20 Número 19 – 36. Algunos vecinos que recuerdo y otros que fueron traídos a la memoria, gracias a Nelly Gómez Hoyos, Amparo Chávez Vásquez y a Vicente Franco: Carrera 20: Vargas, Ospina, Osorio, Edelmira Palomeque, Muñoz, Madrid, Minotta, Aristizábal, Giraldo. Carrera 21: Chávez, Cortes, Sonia Villa, Orozco, Sepúlveda, Gómez, Jiménez, Guarumo, Arias.
Calle 18: Restrepo, Franco, Fernández, Arias, Osorio, Acevedo, Martínez, Cataño, Díez, Valencia Uribe, Giraldo. Calle 19: Cubillos, Gamba, Cañas, Martínez, Calderón, Gómez, Berrío, Cuartas, Cossio, Camelo, Piedrahita, Toro, Herrera. Calle 20: Arango, doña María y Javier “el culebrero” Arango. Calle 21: Bedoya. Restrepo, Márquez, Aguirre, Mejía.
Es decir, la amistad existía entre vecinos. O los vecinos éramos amigos. Había una verdadera comunicación entre vecinos, porque se conocían los apellidos de casi todas las familias.
Cómo olvidar la panadería de don Pedro, “la Esterlina”, la emisora Voz del Comercio (Henry Pineda Rodríguez, Luis Carlos Ramírez) y su radio teatro, las fuentes de soda “Yura” y “Katay”, sitios de reunión de los jóvenes de la época. El parque Valencia, la tienda “California”, arriba frente a la iglesia.
Es decir, un tiempo de grandes recuerdos. Y no porque crea que todo tiempo pasado fue mejor. No. Todo tiempo es diferente.
Sin embargo, hoy, ya no hay vecinos, sino desconocidos. En ocasiones, ni el saludo, ni la mirada se cruzan.
Si viven en casas, no saben cómo se llaman, qué hacen, ni cuántos son. Poco importa si son nuevos, llevan 3 o más años ahí. Si hay un acontecimiento alegre, no son invitados, porque no saben quiénes son. Si hay luto en una de las familias del vecindario, la pregunta es: ¿Quién era?
Si viven en apartamentos, igual o peor. Los apartamentos son casi que compartidos. Las puertas permanecen cerradas y si se escuchan pasos o ruido se asoman por la rejilla a observar quién llegó o quién sale. Si hay una fiesta, llega la familia y los amigos de otros sectores a reír, disfrutar, gozar. Los vecinos escuchan algarabía hasta la madrugada. Ni duermen, ni descansan. En el peor de los casos, llaman a la policía, porque los vecinos no dejan dormir.
Lo curioso es que muchos de los vecinos o desconocidos, van a misa o a culto y hablan de amor al prójimo, de Dios, de amistad y hacen muchas peticiones más. Se les va el tiempo en pedir paz, comprensión, mejor comunicación con los demás, pero siguen sin saber quiénes son los vecinos o desconocidos. Así se vive ahora, sin convivencia con los demás.
Hoy, quiero recordar esos momentos maravillosos que no volverán, porque todo fue diferente y de una alegría increíble.
Mis vecinos de la 20, eran no solamente vecinos. Eran amigos. O éramos amigos y vecinos.