Y otras cosas
Accionistas del club de la miseria: drama diario del tercer mundo
Según Paul Collier, autor del libro “El Club de la Miseria”, durante las últimas cuatro décadas, el mundo ha estado dividido en dos partes: una “pobre”, que sumaba un total de 5 millardos de personas; y otra “desarrollada”, en la que se encontraban 1 millardo de personas de personas. Collier propone un cambio directo de cifras, pues hay 5.000 millones de personas que viven en países desarrollados o en vías de desarrollo y 1.000 millones estancados en la miseria o, lo que es lo mismo, “the bottom billion”. Estos últimos son los llamados países accionistas del llamado “club de la miseria”, los cuales, aunque ud. no lo crea, en pleno siglo XXI, tienen personas que viven, padecen de desamparo y mueren en condiciones análogamente iguales y a veces propias de la Edad Media. Collier en su obra establece que hay cuatro (04) trampas para que un país sea “accionista” de este no tan prestigioso club:
1 La trampa del enemigo y la guerra que no llega: un país es más propenso a caer en esta trampa si tiene un crecimiento lento, una renta baja y depende de los recursos naturales. Esta trampa la podemos dividir entre guerras civiles y golpes de estado que no se presentan, pero que generan alarma. Las consecuencias que estos “conflictos” provocan son una inestabilidad en el gobierno, numerosas enfermedades y un estancamiento del crecimiento económico.
2 La trampa de los recursos naturales: los países caen en esta trampa a causa de varios factores: el mal holandés o del ingreso extraordinario, exagerado y percibido equivocadamente como eterno; la volatilidad de los recursos naturales, además en las regiones donde los recursos naturales producen cuantiosos superávit, pero se destruye la relación beneficio-beneficiario. Aunque en este caso las autocracias que han funcionado hasta ahora con consecuencias relativamente exitosas para la economía se han mantenido, no es el caso de los países del club de la miseria donde quienes caen en esta trampa son países con diversidad étnica con intereses y distancias de la misma o mayor cantidad, por lo que el autor del libro propone para estas regiones multiculturales, pluriétnicas y ricas en recursos el establecimiento de una democracia con grandes instrumentos de control y poca competición electoral: este modelo propuesto es de muy difícil implementación.
3 Sin salida al mar y con malos vecinos: los países sin litoral dependen de sus vecinos como pasillos, es decir, los costes de transportes para un país sin salida al mar depende de cuánto haya invertido en infraestructura de transporte sus vecinos con salida al mar, pero también dependen de sus vecinos como mercados. A fin de cuentas todo país tenga o no litoral se beneficia del crecimiento de sus vecinos. Pero la combinación de recursos escasos, la falta de salida al mar y vecinos sin oportunidades de crecimiento o sin la capacidad de aprovecharla, prácticamente condena a cualquier país a una vía muerta. En la humilde opinión de este autor y salvando las distancias, en esos casos se requiere pensar fuera de la caja para crear nuevas formas de hacer negocios allí.
4 El mal gobierno en un país pequeño: la acción del gobierno y las políticas son importantes aunque siempre supeditadas a las oportunidades es lo que nos cuenta este autor en esta trampa.
Este autor llama estados fallidos a aquellos países de renta baja que no alcanzan el umbral mínimo en materia de gobierno y políticas económicas: para que estos países salgan de ahí hacen falta personas con conocimientos que emprendan cambios desde dentro, el problema es que en los países del club de la miseria estas personas suelen emigrar a otras países en busca de mejores oportunidades.
En el caso de que se consiguiera una mejora esta debe ser sostenible, es decir que se mantenga al menos 5 años seguidos, pero esto no es fácil. Es totalmente posible que un país haya caído en una, dos, o sencillamente en todas las trampas y que sea por lo tanto accionista del club de la miseria. No obstante, es decisión de los habitantes de ese país tomar decisiones con mucho aplomo para propiciar condiciones y reducir el desamparo, garantizar la trascendencia del beneficio y soltar el cepo pernicioso que estas trampas causan y que anclan esa nación a un subdesarrollo anquilosado y que al final destruirá la esperanza, principal motor para el trabajo y el desarrollo.
Jorge Sánchez | Revista DTyOC