Y otras cosas
China: ¿el obstáculo más deseado del siglo XXI?
La forma de hablar, de actuar, de comer y de vivir del pueblo chino siempre se han mostrado como un universo paralelo al resto del mundo: y es que salvando las diferencias en este planeta tan variado, China ha demostrado ser todo un espacio con sentido complejo, completo y radicalmente distinto a los modos y pareceres del resto. Percibo que China ha venido presentándose en zig-zag: amigo para unos, enemigo para otros, pero siempre importante para todos. Importancia que ha tenido un repunte de una, aparentemente, inacabable trascendencia, motivada a la explosión comercial que ha experimentado en la última década. Asimilar a China para sacarle provecho se percibe tan complejo como su gastronomía, y lo más sugestivo del asunto es que es de un tamaño tal, que el resultado de su comportamiento tendrá impacto directo o indirecto, pero siempre mundial.
¿Un reto que hasta ahora se le presenta en la actualidad? Sacarse el cliché de “alta producción de baja calidad”: esto lo logrará quizás, cuando: 1) comience a respetar patentes y talento ajenos, 2) meterse un poco en aquello japonés que dice: imitar-copiar-competir-superar y 3) pensar en que su propia pero poca creatividad ya ha sido aceptada, pero que podrá desarrollarse solo bajo las premisas de copyright aceptadas por el mundo.
Hay desventajas circunstanciales ante este proceso de ingreso de China al resto del mundo: aunque son cada día muchas más las personas que estudian mandarín, pienso que ese camino de “achinar” al mundo debe competir contra el poderoso monstruo de “occidentalizar” a China: en ese combate, cometeré la temeridad de decir que creo que esa lucha será para largo antes de que comencemos a usar sombreros culíes por estos lados y veremos primero chinos raperos.
China se presentado como una extraña cornucopia en el mundo, ya que en verdad no sabemos qué está derramando en nuestro espacio. De una u otra forma, debemos aceptar que su situación actual es gracias al propio mundo occidental que alimentó y financió la capacidad de ese monstruo feudal a fuerza de ratificar el sistema de mano de obra barata para maximizar la producción. En cualquier caso, fabrica y produce mucho, pero innova poco: quizás esto sea producto de una vida homologada por las restricciones culturales y políticas que ilusoriamente pueden verse desde la revolución comunista del siglo pasado, pero que en realidad, se iniciaron cuando hace miles de años, un emperador decidió levantar una muralla como analogía de lo que de niños muchos de nosotros hacíamos con nuestras piernas cuando sentados cercábamos nuestro espacio para jugar.
Jorge Sánchez Rojas
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