Por Manuel Gómez Sabogal
Admiro a los docentes que son creativos, innovadores y hacen catarsis y magia con los libros en sus aulas. Dos ejemplos que generan aplausos:
Katty León Zuluaga en la IE Ciudadela del Sur y Luz Adriana Hoyos Ramírez en el CASD.
Todas las notas que había escrito sobre Isabella, mi nieta, plasmadas en un libro. Y más, diseñado y organizado desde Miami, gracias al escritor William Castaño-Bedoya. Porque él fue quien hizo toda esa gran labor.
El libro fue impreso en Nomos editorial en Bogotá y me lo enviaron a Armenia. No lo podía creer.
Muchas personas han adquirido el libro “Isabella y el abuelo”, tanto en Armenia, como en Bogotá, Pereira, Medellín y otras ciudades y países, ya sea porque son amigos o los amigos les contaron sobre el mismo. Los comentarios, también han llevado a que otros adquieran las historias de Isabella con su abuelo.
Se ha ido propagando el rumor sobre el libro en diferentes partes. Poco a poco ha llegado a los 1200 ejemplares en los cuales las personas han invertido. Y he recibido, con mucho afecto, los comentarios sobre el libro.
Los niños son los más felices cuando leen “Isabella y el abuelo”. Y más, cuando están con los abuelos o sus padres. Se identifican con muchas de las anécdotas.
Hasta hace unos meses, ningún colegio había hecho lo que hizo una maestra en el CASD con los niños de 5º grado. Los niños habían empezado a leer el libro y a realizar actividades sobre el mismo.
Siempre fue mi deseo que en un colegio entendieran que no era un texto simple, sino unas historias que llegaban a los niños directamente.
Desde hace unos meses, la profesora Luz Adriana Hoyos del CASD me escribió señalando que sus estudiantes estaban leyendo “Isabella y el abuelo”. Yo no diría que profesora, pues después de conocer más a fondo lo que estaba haciendo en sus sesiones de lenguaje con los niños, creo que es más maestra que docente.
Luego de unos meses, me escribió:
“Lo más importante es su presencia y que vea el resultado del trabajo de mis estudiantes con la lectura de su libro”
Yo estaba entusiasmado con el fervor que la maestra ponía a su labor con los pequeños. Y me seguía enviando mensajes:
“Tranquilo. Son sólo 40 de mis niños que quieren verlo y mostrarle su trabajo con relación a la lectura. Y conocerle es lo único que esperan. Tranquilo”
“Profe el libro ha sido una inspiración para mí como maestra de lenguaje; asumí el reto de mostrar a mis estudiantes que se puede disfrutar de la lectura y escritura; que se puede sacar jugo al trabajo de comprensión de lectura, diferente a contestar cuestionarios y a ellos les ha inspirado como ejemplo de escritura y vivencias familiares. En familia, la lectura les ha devuelto la esperanza en amor y unión familiar. Estamos muy agradecidos con usted, Isabella y su libro”
Además, me envió varias cartas escritas por los niños. Unas, dirigidas a Isabella y otras a mí. También, me envió fotos de los niños con el libro en la mano.
“Es sólo una muestra de lo que mis niños han hecho; partiendo de la lectura de su gran obra profe. Para que se anime y no me los deje esperando; que sí pueda venir al colegio y acompañarnos”
No podía dejarlos en ascuas para el día y la hora citada. Debía cumplirles.
“Mis niños recibirán su visita y le mostrarán parte del trabajo escolar que les he orientado a partir de la lectura del libro. Usted no tendrá que hablar mucho. Los niños le dirán comentarios de su parecer hacía la obra. Y sí usted quiere, por favor, me les regala el autógrafo en el libro”
Tal y como estaba programado, me presenté al auditorio del CASD. Allí estaban los niños, algunos profesores, entre ellos, Alba Luz Duque de matemáticas, el coordinador Marino Gallego y la rectora de la institución, Adela Mogollón.
Ver a todos esos niños con el libro en la mano, llena de alegría cualquier corazón. Recordé una frase de Jules Renard: “Mantengan los niños al alcance de los libros”.
Saludé y luego les presenté unos vídeos de niños hablando de lectura a niños. Atentos, concentrados y muy contentos estaban los niños. Fueron dos horas que pasaron demasiado rápido, pues la última parte fue de concentración en la firma de los libros a cada uno de los niños.
“Saludos de mi papá. Que usted le enseñó”. “Usted cuántos años tiene”. “Cuánto hace que no ve a Isabella”. “Qué lo inspiró a escribir el libro”. “Me gustó mucho el libro”. “Me encanta la lectura”. Frases y más frases que incitan a que más niños se involucren con la lectura y los libros.
No sé si las locuras sirven de remedio, pero el sentimiento fue revelándose cada vez más a medida que avanzaba el tiempo y la charla, preguntas, frases, se hacían más y más placenteras.
No tengo palabras para describir todos esos momentos vividos allá en el auditorio, desde cuando entré hasta cuando se terminó el evento, que no quería culminara. Estaba contento viendo rostros felices y agradecidos. Y esos regalos recibidos, me llenan mucho más el alma.