Por Manuel Gómez Sabogal
En 2011, Isabella regresó a vivir en Armenia. Tenía escasos 6 años. Ya no estaría más en Cali. Descanso de unos días para poder ingresarla a un colegio en Armenia.
Fue así como a la semana, fuimos a buscar un colegio para Isabella. Había uno cerca a la casa y quedaba a 5 cuadras. Ideal, porque estaba próximo y no había necesidad de bus o transporte escolar. Podíamos llevarla caminando.
Llegamos a la entrada y lo primero que se le ocurrió decir fue: “Abuelo, ese colegio es muy infantil”. Patricia y yo nos miramos y decidimos entrar. Bajamos y fuimos llevados a la rectoría.
Muy formal, la rectora nos atendió. Y le preguntó a Isabella que cómo le parecía el colegio y su respuesta fue simple: “No me gusta, señora”.
Ella le respondió: “Qué tal si pasas aquí un día y luego decides”. “No señora, gracias, no quiero”. La señora nos miró y nos dijo que la niña necesitaba un sicólogo. Sin necesidad de continuar la conversación, nos despedimos.
La niña no requería sicólogo. Ella es así. No sé a quién le aprendió, pero ella es muy buena.
Total, que nos dirigimos a otro que estaba también cercano, por la Avenida Centenario. Estaban terminando algunas de las aulas. Gimnasio Contemporáneo, su nombre.
Nos bajamos y apenas accedimos a la entrada, dijo: “Este es. Me gusta”. Una de las profesoras se acercó y le dijo que si quería le mostraba el colegio. Isabella accedió de inmediato. Se fueron y al rato regresaron con la alegría de haber recorrido el colegio.
“¿Me permiten hablar con la rectora?”. Y se fue a la rectoría. Se sentó cual invitada y conversó con la directora. Al final, la rectora, cuyo nombre es Yamilet, le obsequió una muñeca con uniforme. Salió y nos dijo: “Así debo vestirme. Gracias”.
Al día siguiente, madrugó a su primera clase…
Feliz y dichosa llegaba a casa, contaba todo lo que había pasado en el colegio y que la profesora la entendía. Empezó a tener amiguitos y a sentirse muy feliz.
Su alegría era casi que eterna, pues cuando había grandes celebraciones, no podíamos faltar. Cantaba en grupo o había comida en diversos stands. Así que debíamos ir preparados.
Siempre juiciosa en sus estudios, además pintaba y casi siempre iba a saludar a la rectora.
Cada mañana, debía llevarla al colegio. Ese día muy temprano, ya estaba lista. Tenía un uniforme impecable y, antes que nada, había desayunado, se había lavado los dientes y tenía sus libros y cuadernos listos. De pronto, me dijo:
—Abuelo, ¿ya te lavaste los dientes? No quiero que huelas a dragón. Y qué pena de Yamileth (la rectora del colegio).
—Tranquila Isa, estoy listo.
—Entonces vámonos que no me gusta llegar tarde. Y a mi el Gimnasio Contemporáneo me encanta.
Salimos, se subió al carro y lo primero que quiso fue que le pusiera su canción favorita, aunque nadie lo crea, “Trebole”, interpretada por Rocío Dúrcal.