Es bueno que los padres sepan que la depresión tiene tratamiento, y que la gente se mejora”.
Lina Ruíz, Psiquiatra de niños y adolescentes.
Adolescente hace referencia a una persona que se encuentra entre la pubertad y el completo desarrollo del cuerpo. Adolescencia, pues, proviene del verbo latino adolescere que significa la condición o proceso de crecimiento del ser humano. Corresponde a la etapa que sigue a la niñez y comienza con la pubertad, casi a la edad de los 10 años, y dura aproximadamente hasta los 19 años.
La Adolescencia es vista por la mayoría como una época o un periodo de cambios en la cual el individuo debe pasar de la infancia a la edad adulta. Durante este lapso se enfrenta a cambios físicos importantes que pueden generar asombro, preocupación, complacencia o rechazo y a una modificación en sus conductas que van de la mano de un desarrollo cognitivo y social para que pueda integrarse a ambientes diversos: académico, laboral y de relaciones interpersonales propias de las personas adultas.
Muchos recordamos la adolescencia y juventud temprana como una época llena de desafíos. Esto no es extraño, puesto que estamos presentando una especie de metamorfosis en diferentes sentidos. ¿Quién no recuerda la aparición del acné juvenil? ¿No te sentiste agobiado por la aparición de vello púbico? ¿No te sentiste un bicho raro e incomprendido, tratando de hacer valer tus derechos con tus padres?
Sí. Ser adolescente puede generar muchas dificultades que no pensábamos que tendríamos. Hay una presión extra por intentar ser agradable y aceptado en el grupo de amigos, apremio por desempeñarse como un ganador en el colegio, lucha por mantener unas relaciones “aceptables” con los papás y otras figuras de autoridad, y preocupación por las decisiones importantes que marcan el futuro.
¿Problemas propios de la adolescencia o de salud mental?
La mayor parte de estos desafíos son cosas inevitables y sentir agobio por ellas es algo muy común. No obstante, experimentar cambios drásticos en el ánimo como sentirse muy triste, sin ganas de hacer las cosas que más te gustaban, mostrarte irritable y molesto con todo, o pensar que no vales la pena como persona puede ser una señal de advertencia de que algo no anda bien con tu salud mental y tu bienestar general.
Los problemas de salud mental son una carga pesada de llevar, y más si hablamos de un adolescente. El adolescente podría experimentar una sensación de desolación, un sufrimiento insoportable y tener la certeza de que no encaja en dónde está. Nota, por ejemplo, que las cosas no fluyen y se siente “un verdadero desastre”. Sus patrones de sueño se han alterado y no logra conciliarlo, o por el contrario duerme demasiado, empieza a dejar de comer o come más de lo habitual, no consigue concentrarse como antes y tiene problemas en la toma de decisiones.
Esto lo lleva a un desmejoramiento de sus calificaciones escolares y la sensación de que no puede con la escuela. Por otra parte, se siente sin fuerzas la mayor parte del tiempo, experimenta tristeza, rabia continua o ganas de llorar, no disfruta de las cosas como antes, muestra baja autoestima y se avergüenza de sí mismo y no para de tratarse mal todo el día. Y, si a todo esto se suma el aislamiento y la incomprensión de la familia, podría intentar buscar alguna de estas siete soluciones, que posiblemente empeorarían su estado de salud.
- Blogs en internet de jóvenes que padecen depresión u otros trastornos psicológicos, o propuestas de las redes sociales (“la ballena azul”, retos de autolaceración, ANA, MIA, etc.).
- Consumo de alcohol, éxtasis, marihuana u otras sustancias psicoactivas.
- Inicio y mantenimiento de patrones de ingesta emocional, que le llevarán a consumir comida chatarra llevándole al sobrepeso y la obesidad.
- La inmersión en videojuegos violentos o programas de televisión que se relacionan con la violencia o el suicidio (“13 Reasons Why”, “El extraño mundo de Jack”, “Hasta el hueso”).
- Tribus urbanas (“emo”, “skinhead”, etc.). Recordemos que las llamadas tribus urbanas son grupos de personas, por lo general adolescentes, que se reúnen por voluntad propia, optando por una cultura diferente a lo impuesto por la sociedad adulta; identificándose y compartiendo gustos en música, vestimenta e ideologías. Llegan a considerarse parte de una familia entre sus miembros y ahí sienten la libertad de actuar conforme a sus emociones, situación que generalmente es negada por sus padres y maestros. Transmiten una actitud de rebeldía hacia la misma sociedad y por el ambiente que les rodea; provocando en muchos casos, el abandono de sus estudios, lo que les hace perder oportunidades de superación.
- Cultos, sectas y pandillas con prácticas satánicas (hechicería, magia, etc.).
- Comportamientos de alto riesgo como conducir de manera temeraria, tener sexo sin protección, daños a propiedad privada, etc.
¿Cómo saber si estoy frente a una depresión?
Los síntomas de la depresión en los jóvenes a menudo no son los mismos que suelen experimentar las personas adultas. Por esto considero importante que sepas de qué forma puede manifestarse un trastorno depresivo en la adolescencia y buscar a tiempo la mejor ayuda profesional. Hay jóvenes deprimidos que se ven muy irritables, quisquillosos, malgeniados, impacientes, rebeldes y problemáticos, pero no se quejan en ningún momento de tristeza o problemas con el apetito.
“Quisiera dormir para siempre. La vida es una mierda”, escribió una joven de catorce años en su actualización de Facebook, acompañada de un selfie, en la que aparecía con los ojos llorosos y mostrando unos pequeños cortes de piel en el antebrazo. Este tipo de cosas cada vez se hacen más “sociales”, y hasta se vuelven virales, como el caso de la joven Eugenia Cooney, una chica anoréxica estadounidense que hasta hace poco contaba con casi novecientos mil seguidores en YouTube.
La depresión o los trastornos de la conducta alimentaria, por supuesto, no son carnadas para alimentar los circos mediáticos y poner emoticones. Es algo que no podemos trivializar, pues puede menoscabar la salud de quien lo padece y llevarlo hasta el suicidio.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la depresión es un trastorno mental que se caracteriza por una tristeza o desánimo persistente en el tiempo y por la pérdida de interés en las actividades con que normalmente se disfruta, así como por la incapacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas, durante por lo menos dos semanas”.
Algunas investigaciones han encontrado que pocos adolescentes emplean la palabra “deprimido” para describir las emociones negativas que padecen. Por eso es importante que padres, educadores, amigos y profesionales de la salud se apoyen mejor en otras pistas que indican depresión. Los adolescentes, según la Investigadora Daniela De Frino, son mucho más propensos a decir que se sienten “presionados”, “estresados”, “angustiados” o “tristes”. Si no pensamos en esto, podríamos pasar por alto otras formas en que los adolescentes expresan lo que están sintiendo.
Los síntomas de la depresión…
En cuanto a la aparición de los síntomas, hay que tener en cuenta que no todos los pacientes van a presentar las mismas manifestaciones y el número de síntomas puede variar de un paciente a otro.
La depresión es un trastorno del estado de ánimo que consiste en una marcada insatisfacción, tristeza o irritabilidad que hace que el joven pierda su capacidad para funcionar y afrontar los retos de la vida diaria en forma adecuada, y que puede ser disparada por factores biológicos (neuroendocrinos, bioquímicos), hereditarios (genéticos), estresores puntuales la vida diaria (por ejemplo: sobreexigencia por parte de padres o maestros, bullying, acoso cibernético, muerte o separación de un ser querido, procesos de divorcio de los padres, etc.) o, eventos traumáticos (guerra y desplazamiento, desastres naturales, abuso sexual). Los adolescentes anotan con frecuencia las presiones en la escuela, los problemas familiares y la muerte de personas cercanas a ellos como grandes fuentes de estrés, desamparo o dificultades.
Como dije antes, la depresión en los adolescentes puede tener formas de presentación diferentes a las de las personas adultas y, desafortunadamente, algunos padres piensan que se trata de un “problema relacionado con la adolescencia”. Es aquí donde tenemos que estar más atentos. Generalmente escuchamos que todos los adolescentes son problemáticos, conflictivos, retadores y majaderos, y podemos estarnos equivocando al no prestar la atención suficiente a cambios emocionales que indican que el adolescente está desarrollando un episodio depresivo.
En el episodio depresivo hay tres síntomas cardinales:
- Tristeza patológica: estado de ánimo triste o afligido.
- Anhedonia: se pierde el interés o el disfrute por las cosas que antes le producían placer o goce.
- Adinamia: movimientos lentos, sin energía, cansancio y fatiga.
Otros síntomas comunes en la depresión en adolescentes incluyen:
- La aparición o incremento de estados de ira, irritabilidad, agitación, sentimientos agresivos, baja tolerancia a la frustración, comportamientos pasivo-agresivos. (Se puede manifestar como resentimiento, terquedad, desidia o el fracaso intencionado en realizar las tareas requeridas por padres o maestros).
- Unos patrones de sueño alterados, que incluyen insomnio o dormir en exceso.
- Quejas físicas y visitas al médico por manifestaciones físicas como: gastritis y otros tipos de dolor abdominal, dolor de cabeza de tipo migrañoso o tensional, mareos y desmayos, dolor en las piernas y otros síntomas que después de ser evaluados con exámenes médicos no tienen una explicación.
- Cambios en el apetito (dejar de comer o comer en exceso).
- Conductas de aislamiento (encerrarse en el cuarto o no despegarse del celular).
- Bajo rendimiento académico, problemas con el estudio o problemas de disciplina que antes no se habían presentado.
- Conductas de autolesión (golpearse adrede, cortes en la piel, etc.).
- Autocrítica constante, sentimientos de desesperanza que pueden desalentar a los jóvenes que buscan tratamiento para su depresión, piensan que nunca podrán sentirse mejor. También se pueden presentar sentimientos de minusvalía y odio hacia sí mismos.
Conversaciones o lecturas frecuentes acerca de la muerte o sobre el suicidio, empleo de frases como “sería muy bueno estar muerto”. Es importante tener en cuenta que los pensamientos suicidas y las autolesiones en adolescentes se han duplicado en la última década. Un informe de la Universidad de la Sabana, de Colombia, determinó que la pérdida de un año escolar, la baja autoestima, sentimientos de excesiva culpabilidad, la intolerancia al fracaso, ser víctima de bullying o matoneo y consumo de drogas, son detonadores de pensamientos suicidas en niños y adolescentes.
¿Qué hacer frente a una depresión en los jóvenes?
- Evita hostigar al adolescente con preguntas, recriminaciones, regaños, actitudes de rechazo o comparaciones con otros miembros de la familia.
- Escucha con atención al joven cuando te quiera hablar, y ten en cuenta las señales que apuntan a que algo no funciona bien con su estado de ánimo.
- Deja bien claro que cuando el joven necesite hablar, allí estarás para escucharle de manera amorosa e incondicional.
- Intenta ser lo más empático posible con el adolescente. Es decir, métete en sus zapatos. Así podrás entender lo que está ocurriendo con el joven; y lo mejor, el chico se sentirá contenido, respetado, visto como un interlocutor válido y apoyado; lo que facilitará acceder a un tratamiento.
- Permite una apropiada catarsis. Es decir, en lugar de intentar escarbar en su mente con preguntas de todo tipo, deja que se exprese libremente sin emitir juicios, críticas, regaños, amenazas o darle interminables sermones acerca de que “debe poner de su parte” o que tiene que actuar como una persona “valiente”. Recuerda que la depresión no es sinónimo de debilidad, ni se maneja “poniendo de su parte”. La depresión es una enfermedad que puede afectar de manera seria a quien la padece. Si el joven desea llorar, facilítale tu hombro y abrázalo con ternura y compasión. Y si grita, no te escandalices. Permite que no “guarde las formas” mientras se desahoga. Sé amable e intenta calmarlo con tu serenidad y buena actitud. En la medida en que se dé una cercanía adecuada y que el adolescente pueda expresar lo que siente y piensa, se facilitará la resolución de los problemas que lo aquejan.
- El tema del suicidio se debe tratar según la edad del adolescente, de forma abierta, espontánea y natural. No como algo positivo, pero tampoco como un tabú.
- Enséñale al adolescente a entender el fracaso como una oportunidad. Explícale y muéstrale con el ejemplo que en la vida se presentan pérdidas emocionales, económicas y afectivas y eso se puede superar. Esto le permitirá fortalecer el carácter y le ayudará a entender que para superar las pérdidas o problemas no es necesario autoagredirse o buscar la muerte.
- Acepta que el adolescente pueda presentar un cuadro depresivo, evita buscar causas “únicas” de dicha depresión. Ten en cuenta que son muchos los factores de riesgo para la enfermedad. El factor genético tiene un peso de 28 %, el medio ambiente un 19 %, los hábitos y estilo de vida un 42 %. Si tenemos claro que esto es algo multifactorial, podremos centrarnos en el tratamiento de la depresión, evitar algunos desencadenantes y trabajar activamente con el adolescente en la prevención de nuevos episodios. No te culpes por no haber detectado antes el padecimiento del joven. Como padre o cuidador, documéntate bien respecto a la depresión, busca el apoyo y consejos de un profesional en salud mental infantojuvenil y facilita el tratamiento integral y especializado del joven.
- Llama al médico especialista si te das cuenta que el adolescente se deshace de sus pertenencias, amenaza con suicidarse o descubres que tiene planes o elementos para hacerlo. Nunca ignores una amenaza o un intento suicida.