Por Manuel Gómez Sabogal
Estaba leyendo sobre el accidente en el túnel de Los Venados y de pronto, encontré una nota escrita por Darío Hidalgo, la cual comparto hoy:
“El accidente de La Línea de hace unos días -en el que murieron 8 personas, 5 de ellos pertenecientes a una misma familia– es uno más de los miles que han ocurrido en las carreteras colombianos porque a la gente nos obligaron a compartir las vías con los camiones para el transporte de carga.
Hace unas décadas las principales ciudades de Colombia estaban conectadas por ferrocarril. Pero por una siniestra decisión, se dejó deteriorar hasta la desaparición el transporte férreo y la carga hoy por hoy se mueve casi que exclusivamente por camiones”.
Las famosas tractomulas serpentean las montañas a 20 kilómetros por hora llevando tras de ellas una cola de decenas de vehículos que esperan la mínima oportunidad para sobrepasarlas, así sea que esté prohibido por que en las carreteras andinas prácticamente todo el trayecto está en doble línea continua, es decir, es prohibido el sobrepaso.
El conductor está obligado a decidir entre arriesgarse a un accidente fatal si se encuentra al final de la semirrecta con otro vehículo de frente, o en el mejor de los casos una multa de más de un millón de pesos por sobrepasar en doble línea continua o tener que mamarse kilómetros de carretera en montaña a 20 kilómetros por hora aguantando la polución que producen estos monstruos de más de 30 toneladas.
La carga debería moverse principalmente por tren, como se hace en los países desarrollados. Es mucho más barato y ecológicamente limpio, puesto que los trenes se pueden mover con motores eléctricos alimentados de energía eléctrica que en Colombia sobra gracias a las hidroeléctricas.
Mientras una tractomula mueve un solo contenedor de carga, un tren mueve cientos de contenedores. El asfalto se deteriora mucho más rápido por las pesadas cargas que manejan estos camiones y por eso las carreteras permanecen como trochas.
Pero detrás de la muerte del tren en Colombia hay intereses de poderosos empresarios camioneros que monopolizan el transporte de carga, tienen fichas políticas en las regiones y en el gobierno central e imponen las tarifas que les viene en gana, convirtiendo al transporte por kilómetro en uno de los más caros, contaminantes y peligrosos de todo el mundo. Hay senadores que, a través de sus testaferros, son propietarios de cientos de tractomulas.
Pocos se atreven a develar estas redes porque son tipos peligrosos que se mueven como peces en el agua entre la política, la empresa y la criminalidad. Un ejemplo muy vergonzoso lo denuncio Semana hace bastantes años en este articulo.
Había gente que les pagaba a las personas para que invadieran el ferrocarril, construyendo casas y montando las famosas brujitas para evitar que el ferrocarril entre Buenaventura y Yumbo, en el que se habían invertido miles de millones, entrara en funcionamiento.
Finalmente, la solución “salomónica” fue ampliar la carretera a doble calzada y así dejar contentos a los poderosos empresarios camioneros y a los conductores de pasajeros, así sea que se deje en la basura toda la inversión que había salido de nuestros impuestos.
Como siempre, ellos engordan sus bolsillos con la plata y los muertos que les ponemos los ciudadanos”.
Es decir, la trampa se descubrió hace muchos años y por eso, el tren dejó de circular. Además, el señor Hidalgo da razones suficientes y claras acerca de los motivos por los cuales ya no hay tren. También conocemos algunos de ellos.
A nadie le interesa revivir el tren. Mientras en los países desarrollados es un medio maravilloso para desplazarse y enviar cargas.