Una vez cuatro hombres jóvenes compitieron esforzadamente para conseguir el puesto de encargado del departamento de créditos de su banco.
Luego de considerar los méritos de cada aspirante, la junta directiva tomó una decisión. Decidieron notificar a uno de los jóvenes de su promoción, que incluía un importante aumento salarial, durante una reunión programada después del almuerzo.
Al mediodía, el joven que había elegido se dirigió a la cafetería para almorzar. Uno de los directores se encontraba detrás de él, separado por varios clientes. El director lo vio elegir su comida, incluyendo una pequeña porción de mantequilla.
Tan pronto como la puso sobre su plato, la cubrió con un poco de comida para ocultarla al cajero. Así evitó pagar por la misma.
Esa tarde se reunieron los directores para notificar al joven elegido, pero antes de hacerlo entrar al salón, se informó de lo ocurrido a todo el directorio.
Llegaron a la conclusión que si estaba dispuesto a mentirle a un cajero respecto a lo que había en su plato, también lo haría respecto a lo que había en las cuentas del banco. Por lo tanto no le dieron en puesto.
La mentira no se mide en grados. Una mentira es una mentira. Una verdad es una verdad. ¡Y usted puede confiar en esa realidad!
Vía Renuevo de Plenitud