Merodeando desde la arquitectura
Los pormenores
Después de leer un excelente artículo de Santiago de Molina, he estado reflexionando acerca de cómo inicia su exposición al afirmar que “la arquitectura es la mayor parte del tiempo cosa de pormenores”. Y coincido con esa apreciación en que precisamente son estos los que constituyen la verdadera esencia en el habitar. Porque “habitar es interpretar”; el habitante o usuario constantemente interactúa fuera ya de la supervisión predictiva del arquitecto y es allí donde más allá de las grandilocuencias que pudieran o no estar implícitas como concepto generador, que la arquitectura comienza a poder llamarse a sí misma y a encontrar sus razones y pasiones.
Extendiendo ya los límites explorados en la pequeña reseña del blog del referido autor, me atrevo a decir que muchas veces son esos pormenores los que ayudan a determinar el futuro y las maneras de como las obras evolucionan en el tiempo. Sus posibilidades de permanencia y mutación a nuevos e inusitados usos cuando las circunstancias y necesidades abonan el terreno hacia nuevos derroteros ya que es el habitante de ellas quien con sus interpretaciones diarias eleva, dignifica y engrandece o por el contrario disminuye, degradan y empequeñecen los espacios que habita. Así soluciones pensadas desde los apresuramientos, consideraciones a destiempo, improvisación o simplemente obras creadas con fines inconfesables como los son la especulación inmobiliaria, propaganda, imagen y tantos otros, terminan empeorando las condiciones pre-existentes y de esta manera marchando en contra de todo lo que se supone debería tener como fin último la arquitectura.
En estos casos los excesos y carencias cobran factura con el paso de tiempo de formas muy variadas pero con connotaciones negativas las más de las veces.
El arquitecto se convierte así en una especie de clarividente o pronosticador. Ya lo decía el genial arquitecto Frank Lloyd Wright:
“El arquitecto debe ser un profeta… Un profeta en el verdadero sentido del término… Si no puede ver por lo menos diez años hacia adelante no lo llamen arquitecto.”
Otro coloso de la arquitectura, Le Corbusier, fascinado por los adelantos en la industria automotriz y esforzándose en ligarla con el imaginario social de sus primeras obras, en opinión de quien suscribe este artículo, llega en ocasiones a superarla en cuanto a valores racionales, técnicos y estéticos asociados a la modernidad, colocándola como protagonista y referente a la que en principio le sirvió de modelo.
Odart Graterol
Revista DTyOC. Imagen tomada de Región Stuttgart