Desde niño nos indicaban que debemos portarnos bien, que no le hagamos el mal a nadie; la intención de estas directrices eran que viviéramos en paz, y la sociedad ha categorizado la paz en interior, exterior, religiosa, política, octaviana, blanca y hasta nuestros días se presenta una paz laboral. Si se revisaran algunos textos, se podrían conseguir palabras que sirven de sinónimos de paz, como: tranquilidad, sosiego, armonía, calma, reposo, concordia, conciliación, acuerdo, amistad, quietud, unión; todo este conjunto de léxicos ayudan a comprender todo lo que podría encerrar o abarcar el concepto de paz, sin embargo, estos conceptos se quedan cortos al momento de poder dar una definición concreta y exacta de todo lo que conlleva la paz.
El hombre en su largo y complicado caminar dentro de la civilización, ha establecido algunos indicadores de cómo es o qué es para el conglomerado la paz, así pues, se tiene que en la cultura Hebrea: se encuentra la palabra Shalom, que significa paz con Dios, ella expresa metas deseadas como: integridad, fidelidad, bienestar material, prosperidad; tiene un significado en el contexto de las relaciones (con Dios y entre el pueblo). En relación a otros pueblos lo manifiestan como ofrecimiento: “cuando te aproximes a una ciudad para combatir, primero debes ofrecerle paz” (Deuteronomio 20,10), también se expresa como búsqueda de bienestar comunitario: “la paz y la justicia se besan” (Salmo 85,11).
Asimismo, en la cultura Griega: existe el léxico Eirene, el cual equivale a la armonía interna, puesto que Eirene (Minerva) era la diosa de la paz, hija de Zeus y Temis. Era el estado de tranquilidad aplicado sólo a los grupos griegos y en el interior de éstos (hogar, pueblo, ciudad-Estado); nunca se refirió a la colaboración o interrelación pacífica entre griegos y extranjeros. Como realidad interior se refiere a la armonía mental y anímica (sentimientos tranquilos y apacibles). El término “eirene” se opone al desorden (akatastasía) y al conflicto violento.
De la misma manera, en la cultura romana el término pax, es traducido como orden legal. El concepto pax está vinculado a pactum (pacto). La pax romana constituía todo un sistema de orden y control. Relación legal y recíproca entre dos partes. Dentro del imperio romano significaba la ausencia de conflicto y violencia. Esta pax era asegurada por el aparato militar. El concepto de pax busca mantener el orden para beneficio de una clase. Es control, dominio. Los romanos rodeaban a un pueblo con su ejército y “negociaban” condiciones de sumisión (pax) con dicho pueblo. El pueblo invadido podía mantener un rey pero ellos ponían un contralor-gobernador.
Cabe destacar que, en la cultura musulmana: el vocablo “Al-Salam Alykum”, denota la paz sea con ustedes. Salam: estado dinámico que tiende a la plenitud. Convenir, estar de acuerdo, reconciliarse. Ser y estar íntegro, sano, salvo, entero. Ser justo y obrar rectamente, rectificar, reformar. Estar seguro, confiar en alguien. La palabra “islam” significa “pacificación” “Muslime” es el hombre que pacifica, el que busca activamente la paz. El Islam señala que perdonar es superior a la ley del Talión.
En la visión indígena de la paz: se encuentra la expresión “allí káusai” la cual, implica la vida armónica (concepto quechua). La misión de todo esfuerzo humano consiste en buscar y crear las condiciones materiales y espirituales para construir y mantener el “buen vivir”. El “alli kausai” se relaciona íntimamente con el conocimiento, los códigos de conducta, la relación con el entorno, los valores humanos, la visión de futuro.
Tomando en consideración lo antes expuesto, se puede afirmar que sin duda, la paz presenta una serie de dificultades insoslayables, y en primera instancia requiere una salud espiritual personal, para ser deseada, desarrollada y vivida. Y también requiere unas condiciones externas para ser sostenida, un proyecto moral y social para mantener la esperanza de conseguirla.
En el primer nivel, el personal; el anhelo de paz se identifica con el descanso del alma, un estado no de indiferencia ni de impasibilidad, sino de puesta en guardia ante todo ataque contra el amor; es un saber esperar, que remite su eficacia a la conciencia de ser un don precario, pero maravilloso: la comunión. Este término, que trasciende el de compartir, es el preámbulo de la paz. La persona que está en comunión consigo mismo y está en comunión con el otro, experimenta la paz que de esa relación proviene. Este nivel se proyecta inevitablemente sobre el segundo, el social. En efecto, tanto positiva como negativamente, la interdependencia es notoria. Los hombres que viven a la defensiva, que sospechan continuamente de los demás, que no se esfuerzan por la comunión, piensan en categorías de enemistad.
Esta enemistad se trasluce directamente en lejanía de la paz; pensar en términos de enemistad supone un peligro mayor que el de los misiles nucleares. Lo cual obliga a replantearse cómo sería posible una educación para la paz. Hacer una crítica de los medios de comunicación, la situación académica, las instituciones públicas, etc., no basta, sino que hace falta una actitud propositiva y comprometida con la educación, expresa, para la paz y la tolerancia.
He aquí, entonces, las condiciones mínimas para la práctica disolución de la violencia personal y estructural, en las que se pueda dar un cauce para la dignificación de las personas, el respeto, y la reconciliación: comida, vestido y techo, salud, comunidad, educación. Pero se sospecha que, aunque son condiciones indiscutibles, la paz puede no darse con ellas, o darse sin que ellas se cumplan. Ninguna paz es posible sin el respeto de los derechos humanos y olvidando la dignidad de las personas.
Hace tiempo se me preguntó cuáles eran las razones por la cual en una organización donde se difunde los conocimientos se había perdido la paz entre su capital humano, y que en los actuales momentos el clima organizacional era tóxico, de ataques y refriegas, donde la comunicación amable ha desaparecido, el ruido entre ellos es constante, agresividad del gerente al subordinado y miedo de responder a éste por las constantes amenazas y psicoterror, en concreto se ha vuelto una gerencia tóxica, una gerencia amargada, una gerencia sin “buenas vibras”.
Para contestar a esta preocupación, recordé unas reflexiones que he escrito donde se ha tratado sobre aquellas personas que llegan a ser gerentes pero que no han tenido la dicha de controlar sus emociones, o no desarrollan o aplican su inteligencia emocional y lo he considerado como un gerente déspota, hasta atreverme a verlo como un homo poseído. Pero en este tipo de persona el común denominador es la hostilidad, entendiéndose ésta como una patología cuya actitud es provocativa y contraria, generalmente sin motivo alguno, hacia otro ser vivo. Y en la cual, usa de manera continua la violencia verbal, física y psicológica, y de allí que el resto de sus subalternos se ven influidos de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y mentales, están por debajo de sus realizaciones potenciales.
Muchos son las directrices que se usan para bloquear o canalizar a los gerentes con este tipo de diagnóstico gerencial, y uno de ellos es confrontar el problema con la verdad y la unidad de todo el conglomerado para alcanzar la “paz organizacional”. En referencia a la verdad, se puede decir que toda situación que suceda dentro o fuera de los muros de la corporación debe ser dicha y escrita de tal manera como suceden o sucedieron los hechos con gran exactitud (eliminando los juicios y presunciones), indicando nombres, tiempo, lugar, espacio, entre otros, predominando el respeto a sí mismo y al compañero; esto conllevará al rescate de la confianza y por ende a la efectividad de las relaciones interpersonales.
Por tanto, en ningún caso se debe recurrir al ruido (chisme) o anonimato para denunciar, aclarar, informar, solucionar, sobre ciertas situaciones que se dan o dieron en la organización. El anonimato se puede disfrazar en este tiempo de muchas maneras para ocultar el nombre, se utiliza el nombre de otra persona, un epíteto, un sobrenombre, una palabra clave, un seudónimo, un nick, sin embargo, se recurre a ello por miedo a ser reconocido y expuesto al “linchamiento mediático” o por cobardía, por aquello del rabo de paja.
Este tipo de acción solo lleva al insulto, a promover la injusticia, el odio, el desprestigio, para generar corrientes de opinión a favor o en contra de algo o alguien. El anonimato es el fruto de la despersonalización, del miedo, del rencor, y cuyas raíces están en aquellos corazones que buscan destruir al otro desde actitudes de injusticia y prepotencia, así como en situaciones políticas y sociales en las que se permite el abuso de los poderosos sobre los débiles, hasta el punto de poner en peligro el sano ejercicio de la libertad de expresión.
En relación a la unidad, se puede decir que ella surge de una verdadera espiritualidad más no de una religión o creencia, podemos estar todos los días juntos pero no unidos, puesto que, la unidad se genera cuando en una organización se respeta y se estimula a sentirnos únicos, especiales, diferentes, sin embargo, si en la corporación, se obliga a que el talento humano piense unidireccionalmente, que hable únicamente a favor o en contra de algo o alguien, que se vista según atuendos que no respeten la moral, su religión o a favor o en contra de la política, de asistir a reuniones, marchas, fiestas, cultos, que no son acorde a las creencias que se profesa o ideologías propias, como si fueran siameses organizacionales; se estaría atentando contra la dignidad del ser humano, la libertad y la mismisidad de la persona, y por ende se estaría construyendo el caos corporativo.
Ahora bien, para rescatar la paz en las organizaciones se debe recuperar primero la verdadera comunicación y con ella el respeto, o mejor dicho el amor al prójimo, recordando que nadie tiene derecho a perturbar nuestra paz; viene a mi mente un dicho que reza que una golondrina no hace verano, quiere decir entonces, que un solo elemento o una persona o un grupezcos, no pueden destruir la tranquilidad que se sentía en la organización, y que habitualmente se podría tener desacuerdos como es normal en algunas tomas de decisiones pero que no eran motivos para sembrar el odio entre el talento humano.
En los ambientes laborales hostiles el conglomerado debería:
- Proporcionar situaciones que favorezcan el autoestima, el compañerismo, la comunicación como base de las relaciones personales y sociales y luego que estas relaciones hayan superados las molestias ocasionadas se deberían realizar encuentros espirituales o religiosos (respetando las creencias de cada persona) para fomentar el perdón.
- Participar en celebraciones y actos relacionados con la paz y solidaridad. Crear climas democráticos en todos los departamentos.
- Fomentar la reflexión, el intercambio de opiniones y la argumentación como defensa.
- Impulsar la comprensión de los puntos de vista de los compañeros.
- Consensuar y difundir las normas de convivencia.
- Promover el trabajo en grupo y los proyectos colectivos.
- Utilizar técnicas de reflexión y desarrollo moral: debates sobre experiencias, clarificación de valores, discusión de dilemas, resolución de conflictos.
Tomando en consideración lo dicho por Confucio, el cual afirmó que si una persona no está en paz consigo mismo, no puede guiar a otros en la búsqueda de la paz, por tal motivo, cada integrante de la organización debe reconocer con mucha caridad a aquel sujeto que con sus acciones y palabras mine la paz en el entorno; puesto que como lo expresó Juan Pablo II: La paz exige cuatro condiciones esenciales: Verdad, justicia, amor y libertad. Y estas debes ser las líneas estratégicas de un “Gerente Pacífico”.
Nerio Ramírez Almarza
@nerioram
nerioramirez504@msn.com
¡¡Excelente e instructiva¡¡Gracias..
¡¡Excelente e instructiva..¡¡
Gracias por tu vista y comentario, Fernando! Saludos…
excelente, muy instructiva…a ponerlo en practica…gracias por compartirlo
De nada Carafael! Saludos… Pax Tecum…