Por Manuel Gómez Sabogal
¿Por qué no evitar los gritos? Recuerdo un mensaje que recibí hace poco: “Los que se aman, hablan susurrando, porque sus corazones están cercanos. En cambio los que se gritan, dan a entender que sus corazones están lejanos”. Lo he empezado a aplicar y me ha dado resultado. No es fácil, pero el ejercicio es mucho más fácil que dejar de fumar. Los fumadores prometen que mañana dejan de hacerlo, pero continúan en lo mismo. Ya no diez cigarrillos al día, sino ocho. Y nunca dejan de fumar.
Preferí caminar. Quise descansar, después de escuchar las razones de la sin razón. Es decir, cuando llegué a visitar a unos amigos, me di cuenta de que algo andaba mal, pues noté un ambiente pesado, diferente. Había algo que no entendía. Por eso, mi primera pregunta, antes de saludar fue: ¿Pasó algo? Inmediatamente, la señora de casa me comentó que acababa de terminar una pelea a los gritos con su hermana, también residente en esa casa. ¿Por qué? Pregunté.
Por razones sin razón. Porque ya nos enseñamos a vivir en disputas, riñas, peleas por nada. Porque cada uno quiere tener la verdad, aunque no sea así. Sencillamente, porque el otro no importa.,
Después de escucharla, encontré a otros familiares, reunidos en una habitación. Me comentaron que no había sido tan grave, sino que en lugar de conversar, hablar, las dos se habían alterado totalmente. Tanto, que una de ellas había decidido marcharse de allí. Conversé con todos y decidí despedirme. No hubo un “buenas noches”, porque no había razón. Las dos personas, hermanas, no querían ni deseaban hablar o hablarse.
Mientras caminaba, trataba de entender por qué hubo gritos y no diálogo. Por qué se hirieron con frases agresivas y no se respetaron. Es decir, buscaba una interpretación al veneno que poco a poco carcome, hiere y mata lentamente una relación. Cualquier relación.
Ese veneno de la intolerancia continúa haciendo de las suyas en cualquier sitio, incluso en las familias más unidas. Las palabras pueden herir más que un arma. Y pueden dejar heridas muy profundas, indelebles. Eso es más doloroso.
Dejar de gritar, es un excelente remedio para el veneno de la intolerancia. La ira nunca deja nada bueno. La ira hace que las razones no sean razones, sino que prime la agresión verbal. Gracias a la ira, se pierden una amistad, un amor, alguien que siempre fue compañero, confiable.
En nuestro país, la envidia, ira, el odio, el egoísmo, la intolerancia, hacen de las suyas. Y se ve en todas partes. Hasta en las fiestas familiares, donde antes había abrazos, risas, jolgorio. Ahora, hay riñas porque sí. Hasta muertos y heridos.
El veneno de la ira es mal consejero. Cuando se grita con ira, no hay una respuesta juiciosa, sino otro grito malévolo y lleno de veneno.
Cuando se hayan calmado, conversen, hablen, dialoguen y piensen que los seres humanos nos equivocamos todos los días.
Muy atinada reflexión…Porque van 1 = 0 …la ira y la soberbia…sobre la conciliación y el entendimiento…Bien por tu proyección en temas que nos lastiman profundamente…amigo Manuel ..Mi mano amiga ..desde Chile…para quienes dispongan del humilde gesto del perdón…Fraterno saludo…Alvaro Román…